se despedazó el miedo 
desde que subí a tu techo,
y lo sentí caer 
como se siente el viento de alguien que habla sin dientes. 
para llegar aquí una sola cuesta 
endemoniada y sin luces,
el precio que pagamos los timoratos, 
los vacíos de hoy. 
no importa. al fin este techo, tu espalda. 
llena de gatas negras que lloran 
y de viejos que retan al diablo bailando, 
su boca repleta de arena 
los ojos saltones 
sabedores que aún no llega su hora. 
me venció el cansancio 
a dormir entre gatas 
soñando un diablo con miedo,
a nunca caerme de tu espalda.