23.3.15

el olor a pan no sirve de guía

El hombrecito se da cuenta de su tragedia. Alza la mirada y se ve a sí mismo cargando la jaula, una versión más grande llevándose. ¿Desde aquí pío, ladro o grito? Va incómodo. Hoy camina sin rumbo, hoy de todos los días, el hombre deambula, ni siquiera el olor a pan le sirve de guía. El hombrecito, ínfimo, reconoce su situación, tiene conciencia de ella. Pero de qué le sirve. El otro, él mismo, camina absorto. Escucha los ladridos que vienen desde la jaula pero jamás se imagina que son sus propios ladridos, su propio ruido, no pidiendo auxilio o alertándolo de algún peligro. Son sus propios ladridos de insensatez.

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