En el mar de gentes el hombre lleva su jaula. Trabajo de orfebre, cada ángulo recto perfecto, el piso machimbrado, la puertecita cierra sin ruido. Se lleva a sí mismo en la jaula. Camina y no al mismo tiempo. La gente lo va empujando, masa anónima, alguien choca contra él y la puertecita se abre. El hombre, el de adentro, reconoce su oportunidad para escapar. No lo hace. Cierra desde adentro y se ve a sí mismo cargándose. El tiempo que sigue, la jaula y el mar de gente.
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