Este sí que es un momento de verdad, se dijo. Finalmente se sintió dueño de su nombre y de la persona que había querido ser. Este soy yo, llegué. Pero inmediatamente se recordó del vacío, del puñetazo a la cara, una mujer vistiéndose sin despedirse, el constante crujir de las paredes. Se sentó y mirando el suelo se rascó la cabeza.
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